viernes, 21 de mayo de 2010

La policía es el problema

El desplazamiento del ministro de Seguridad bonaerense Carlos Stornelli es una nueva manifestación de la grave crisis de seguridad que afecta al país y, más que a ninguna otra, a la provincia de Buenos Aires

Decimos que el cambio que ha dispuesto el gobernador Daniel Scioli en su gabinete es una "nueva manifestación" de la crisis de seguridad porque a esta altura de los acontecimientos resulta evidente que ella está íntimamente conectada con el bajo desempeño policial. Cuando la gente se siente insegura, es porque les está fallando el organismo llamado a protegerla contra la delincuencia. Nos pasa lo que nos pasa en esta materia porque la organización policial, que debiera ser nuestra "solución", se ha convertido en nuestro "problema".

Cuando gobernaba la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde se animó a decir que teníamos "la mejor policía del mundo". Poco después de emitir esta eufórica frase, sin embargo, Duhalde puso al frente de la policía bonaerense a León Arslanian quien, contradiciendo la complacencia de su jefe, se dedicó a purgarla hasta el hueso, señalando de este modo a la corrupción policial como la causa principal del auge intolerable de la delincuencia.

Hasta cierto punto, Arslanian tenía razón. Por algo la Bonaerense recibía por entonces el terrible calificativo de "maldita policía". Pero la corrupción policial que él quería purgar, con ser grave, era hasta cierto punto "funcional" en el sentido de que, si bien estaba metida en áreas corruptas como el juego y la prostitución, también la policía había desplegado un sistema "semimafioso" a consecuencia del cual, mientras participaba en actividades delictivas como las mencionadas, al mismo tiempo le había puesto un "techo" a los crímenes más violentos.

El fracaso de Arslanian consistió en que, al descabezar como lo hizo a la "maldita policía", la dejó en un virtual estado de anarquía del cual resultó la creciente multiplicación de los delitos que él, vanamente, pretendió ocultar. Y si Stornelli procuró confiar en la policía como no lo había intentado su antecesor, no por eso pudo gobernarla por cuanto ella se había convertido en una organización ya no sólo "maldita" sino, además, "incontrolable".

Todo esto provino, al menos en parte, de la inquina contra la policía que trajeron consigo los Kirchner al imputarle, igual que a las Fuerzas Armadas, la culpa principal por lo que ocurrió en los años setenta. La solución al desafío de la inseguridad no podría ser otra, por eso, que la convergencia entre dos políticas fundamentales: de un lado, restablecer hacia los mandos policiales el respeto del gobierno y de la comunidad, para elevar su autoestima, y, del otro, exigirles que, a cambio de la devolución del respeto, se pongan a la altura de su enorme responsabilidad. Este doble desafío espera, aún, a Daniel Scioli.

Por: Mariano Grondona
Para: La Naciòn

No hay comentarios: