domingo, 24 de febrero de 2008

FRIAMENTE INCOMUNICADOS

El siglo XXI, como lo fue también el siglo XX, se nos presenta como el siglo de las comunicaciones. Es verdaderamente llamativa, la cantidad de aparatos y de tecnologías especialmente diseñadas para que nos comuniquemos: disponemos de teléfonos fijos, teléfonos celulares de todo tipo, tamaño, color y forma, teléfonos que permiten la video llamada, computadoras con acceso a Internet y por ende a salas de Chat y a casillas de correo electrónico, y los medios de comunicación de siempre (o al menos los mas antiguos) como lo son el periódico, la radio y la televisión.
A pesar de todo esto resulta paradójico pensar que en la era de las comunicaciones, lo que prima es la incomunicación. Una rápida reflexión nos haría notar que, poco tienen estas tecnologías de contacto interpersonal o del famoso “cara a cara”. Resulta muy fácil hablar con otra persona cuando no la tenemos en frente. No puedo dejar de recordar, en este punto, que la mayor parte de la comunicación es no verbal, es decir, no mediante el lenguaje sino a través de gestos, expresiones de la cara, etc.
¿Cuánto hay de comunicación en un mensaje de texto o en una conversación por Chat? Lamentablemente muy poca. Las formas de comunicarse actuales son tan frías y tan carentes de contacto con la otra persona, que nos alejan cada vez mas del otro. Es lo que muchos sociologos llaman la atomización de la sociedad y es exactamente eso lo que ocurre, o lo que nos está ocurriendo. Funcionamos como átomos. Cualquiera que posea algún conocimiento básico de biología sabría que el átomo es el bloque básico e indivisible que compone la materia. Con un conjunto de átomos es posible formar una molécula. Con atomización de la sociedad me refiero precisamente a esto, cada uno de nosotros es un átomo, que no se une para formar la molécula, es decir, que no contribuye para lograr el correcto funcionamiento de la sociedad. Es como si viviéramos en mundos distintos a pesar de compartir el mismo mundo.
Solo basta con pararnos en alguna calle o subirnos al colectivo y mirar a cada una de las personas que nos rodean (y mirarnos también a nosotros mismos): todos enviando un mensaje de texto, hablando por teléfono o aislándonos de la realidad con un reproductor de música a todo volumen. Nos falta compromiso con el otro, pensar en el otro, pensar en que no estamos solos y fundamentalmente pensar en que no podemos solos. Cada uno de nosotros es gracias a que hay otros que lo rodean. El hombre es un ser social, lo que Aristóteles llamaba “instinto gregario”, que se constituye en y a través de la relación con los demás. Desde que nacemos necesitamos de la sociedad, aprendemos en ella, nos consolidamos gracias a ella. Todo sería más fácil si recordáramos esto. Así seriamos menos egoístas y no nos creeríamos omnipotentes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

coincido con vos en parte ya que a veces la tecnología como internet, nos sirve para enterarnos de las cosas que no vemos en la televisión o no escuchamos en las radios.

Víctor

Anónimo dijo...

al menos la juventud no setá perdida!